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Collons, nenes! Que me he confundido de salida y
me he metido en Francia.
Margot y Camila rieron.
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¿Cuándo te has dado cuenta de que te habías
pasado? –preguntó Margot.
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¿De qué diablos vas vestida? –a Camila se le
habían puesto los ojos como platos.
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¡Coño! Pues cuando he empezado a ver letreros
que estaban en un catalán que se parecía demasiado al francés. ¡Y voy de bruja, claro!
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¿Cómo que de bruja? ¡Si vas de reina como …
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¡Evidente nena! De madrastra de Blancanieves
antes de repartir manzanas. ¡No esperarás que vaya de vieja desdentada, verrugona y de negro! Esto no va conmigo -respondió, alzando la nariz, Sarita.
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Pero si hoy no es Carnestoltes! ¡Qué manía en querer cambiar las tradiciones! –protestó
Margot.
Camila se echó a reír.
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Muy propio de ti, Sarita.
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Pero es Halloween, ¿no?
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No, aquí es la Castanyada y no se cambia. De ninguna manera. –aclaró Camila.
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Siempre puedes decir que vas de Elizabeth de
Bathory. -añadió Margot.
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¿Qué, cómo, cualo?... ¡que se calle el perro,
tú!
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¡Pobrecito Rínxols! Es muy protector y no le
gustan los extraños.
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¿Nadie me ofrece algo para beber?
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¿Cola, zumo? –le ofreció Margot.
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¡Trae el porrón pa’cá y déjate de brebajes
inmundos!
Sarita era un verdadero demonio; siempre tenía que alborotar
todas las reuniones. Decía lo primero que le salía y a sus amigas les encantaba su espontaneidad. Camila le pasó un porrón
lleno de vino tinto.
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¡Joder! ¡Cómo está este vino! Si se puede
cortar.
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¿No te gusta?, ¿prefieres un Rioja? Algo tengo –repuso
Margot.
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¡Ca! Me encanta, está de muerte. Y la pelirroja,
¿dónde anda?
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Viene con Joan. Se ha quedado trabajando hasta
última hora.
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¡Todo un director trabajando! ¡Qué cosas! ¿No se
habrá puesto a vender panellets él mismo? … Oye, ¿no hay nada para ir
acompañando el vino?
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¡Mira
quién fue a hablar! La que no para nunca. … Mira, ahora llegan. Serán ellos,
seguro.
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¿No viene nadie más?
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No. Nosotros cinco con Rínxols y la tormenta que
se avecina.
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¡Muy propio! –río Camila.
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¿Ningún tío?
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Joan…
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¡¡ Baaaahhh!! ¡Éste no cuenta!
Marina y Joan entraron cargados con bolsas.
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Ja som aquí!!! –gritó Marina.
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Benvinguts!!! –replicó Margot que todavía estaba
riendo.
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Pero, ¿de qué vas, Saritiña mía, mi amor?
Cuando
Joan se quitaba la corbata, se quitaba el disfraz entero de directivo de Esade.
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De bruja. Por aquí me dicen que de Elizabeth
Banosecuántos.
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¡Ay, si lo llego a saber yo vengo de bruixot!
Joan había dejado su carga en la mesa de la cocina y había
cogido el porrón por su cuenta.
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Pero, esa Elizabeth, ¿era bruja? ¿No era algo
así como una mujer-vampiro? ¿O estáis hablando de otra?
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Hay muchas brujas con el nombre de Elizabeth en
la historia, mi amor –se encogió de hombros Joan.
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No, lleva razón Marina. Ya me conoce, ya. Me
refería a la condesa Elizabeth de Bathory –contestó Margot.
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Nom de Déu! ¡Qué mal rollo! Tuvo que ser una
mujer interesantísima.
A pesar de la aparente contradicción, todas entendieron a
Joan.
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Luego me explicáis de qué iba la pájara ésa.
¿Era guapa?
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…
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Y ésas calabacitas tan monas, ¿qué son? –Sarita,
más que hablar, bombardeaba con sus preguntas.
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Panellets también. Han tenido un éxito enorme. Los
críos, encantados con las calabacitas –le contestó Joan a la última pregunta- Y
sí, la condesa Bathory tenía fama de ser una mujer muy bella. Claro que para
mantenerse joven …
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¿Cómo ha ido el día?
Camila de pronto se acordó de preguntar por su negocio, que dirigía Joan.
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¡Estupendo! No nos podemos quejar. Las castañas
y boniatos se han vendido estupendamente y los panellets también.
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¿No se ha notado la crisis? –inquirió Marina.
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Ya tuvimos en cuenta que las ventas no subirían este
año, excepto en la parte alta, en Sitges y Sant Cugat. Y hemos mantenido
precios –explicó Joan-. Algo ha quedado, pero los panellets también se venderán
mañana, no hay problema.
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También hemos hecho mini-panellets para que
entren más por kilo. Todo ayuda -añadió Camila.
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¡Coño! ¡Pesaos! ¡Dejad ya el trabajo, jodíos
catalanes!
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La crema ya está casi lista –anunció Margot sin
inmutarse- ¿Quién pone la mesa? Y otro que me ayude con la ensalada.
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¿Crema? ¿De qué es? –arrugó la nariz Joan.
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De calabaza con virutillas de jamón. La
concesión que hacemos en esta casa a Halloween.
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¿Y nada más? ¡¡¡Jooodoooo, que es más gordo!!! ¡Qué
leches! Ni hombres, ni marcha y todos de beata Ursulina de la Concepción. ¡Vaya
muermo!
Sarita ya no soltaba sólo sapos y culebras, lo que en ella
era lo habitual, sino que, cuando andaba fastidiada, añadía todo un extraño
repertorio del santuario, tremendamente colorista.
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¡Sara! Que es la noche de Difuntos, no el
Carnaval. ¿Qué quieres? Ya pondremos algunas películas de terror. ¡Hale! Don’t
worry. –trató de animarla Camila
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Sarita tiene razón. Faltan hombres –rió Joan.
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¿Y nadie quiere jugar a la oui-ja? ¿Y me contáis
lo que hacía la tía esa, la condesa, de una puta vez o vamos a plazos? ¡Joder,
la puta! ¿No hay alguna tradición más divertida que la Castanyada?
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¿Invocar a los espíritus de los muertos? –sugirió
Marina.
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Leyendas de esta noche hay… -comenzó a decir
Camila.
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¡¡¡¡Noooooooooo!!!! –gritó Margot.