El primer día sería más duro de lo que ella había podido imaginar. A media mañana llegó la primera sorpresa. La cocinera, Carmen, de la que Toñi no le había dicho nada.
Llegó vociferando.
- ¿Ya ha llegado el del súper? ¿y el encargo de la carnicería?
Apabullante. Carmen iba al tajo y, ¿para qué iba a molestarse en presentarse? Ella ya era de la casa.
- No, no ha llegado ni llamado nadie.
Carmen la miró de arriba abajo.
- ¡Huy! Me parece que no vas a durar ni tres días. Mal te veo.
Al cabo de media hora sonó el timbre de la puerta y Nati fue a abrir. Era un taxista que ella conocía de vista llevando de la mano a Tim. ¿O sería Tom?
- Hola, buenas. Que vengo del colegio para dejar al niño que no se encuentra bien.
- ¿Qué le pasa?
Nati no atinó a dejar paso libre a Tim. O Tom. Ya se encargó Rodolfo de hacerlo por su cuenta al llegar arrollándola con alegres ladridos y dando saltos alrededor del pequeño que entró con él en la casa.
- No sé. Me han dado un sobre en el colegio y supongo que ahí lo explican.
- ¿Cuánto le debo?
- Nada, nada. Ya nos pagan a final de mes todas las carreras.
Nati le despidió perpleja. Eso era nuevo para ella.
Abrió el sobre del colegio cuando de nuevo sonó el timbre de la puerta. Un tío larguirucho, pálido y afectado entró como Pedro por su casa, casi arrollándola también como Rodolfo.
- ¿Dónde está Lolín? ¿Dónde está la reina de la casa?
- Perdone, ¿quién es usted?
En ese momento pareció que el tipo la veía por primera vez.
- ¿Que quién soy yo? ¡Huy por Dios! ¡Qué torpe! ¿Y sin saber quién soy me dejas pasar como si nada? Eso no le va a gustar nada, nada a doña María Antonia. Da gracias que no pienso comentárselo.
- … bueno…, gracias..
- Venga chica, ¿pero dónde está la joyita de la casa?
- La he dejado viendo la tele.
- ¿La televisión, dices? ¿Y qué programa si puede saberse? –preguntó francamente escandalizado.
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